El cuerpo de George Michael seguía tibio cuando varios medios ya hacían eco en las rectangulares luctuosas del evidente sobrepeso que lució el londinense al morir.
Quizá a razón de ello, y más que en cualquier otro lapso de su oscilante andar por este mundo, el ídolo de “Faith” y “Monkey” intentó mantener en secreto su aspecto deteriorado y ese rostro que envejeció como si el futuro se cobrara por anticipado.
Hablábamos, entonces, de un hombre muy distinto al que se robó los años 80 y 90 con una voz alfombrada, una sonrisa de porcelana y un repertorio de contoneos que zarandeó gustos femeninos y masculinos por igual. El guapo de Wham!, el apuesto solista y el artista que mejor lució los bolsillos traseros de unos jeans ajustados. Ah, y también el millonario caldufo que en abril de 1998, a sus treinta y tantos, cayó en el garlito de un policía latino en los baños públicos del Will Rogers Memorial Park, en Beverly Hills.
Ahí el oficial Marcelo Rodríguez cazó literalmente al británico que en aquellos tiempos no había reconocido públicamente su homosexualidad. Disfrazado de civil, el agente siguió al cantante muy de cerca y cuando lo tuvo a golpe de ligue, se le insinuó de lo lindo. Eterno paladín del sexo sin nombre ni apellido, George accedió a intercambiar manoseos, toqueteos y lo que la entrepierna sugiriera. Cachondeo camuflado que derivó en un arresto en el acto, ochenta horas de servicio social y una multa de mil quinientos dólares para el autor de “Careless Whisper” por haber dado positivo al antidoping del antojo.
“Fui seguido hasta el baño y después este policía —obviamente no sabía que era un policía— empezó con ese jueguito que creo que se llama ‘Yo te enseño el mío, tú me enseñas el tuyo…”, recordó Michael, quien lejos de dejarse picotear por la depresión, decidió dar salida al bochornoso episodio con una fina jugada de tres bandas: salió del armario en una entrevista con CNN ese mismo mes, anunció que llevaba cerca de una década sin enredarse con mujeres, y compuso en Londres el tema “Outside”, título sin tapujos que ponía cara y huevos.
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La mordacidad y socarronería, dos de sus inseparables compañeras de vida, se convirtieron en base lírica de un corte diseñado para quebrar las prácticas habituales del sexo, acompañado de un video en el cual se mostraban baños públicos muy parecidos a los de Beverly Hills y policías besándose con harta pasión. Escenas subidas de tono que hicieron fumigación de cualquier duda que quedara: haber caído redondito en el engaño no atrofió la lucidez ni el afilado talento del inglés para extraer agua cristalina del lodo.
“En ese clip se está burlando de mí”, alegó enardecido el oficial Rodríguez, quien demandó al cantante por diez millones de dólares. La acusación fracasó en dos ocasiones y con ello el músico, además de colocar “Outside” en el segundo lugar del chart de Reino Unido como single de un recopilatorio de éxitos, consiguió empatar y darle vuelta al marcador.
Momento pivote para democratizar el llamado cruising, incidente liberador y canción de mayúsculo valor en el palmarés del galán de la barbita mas perfecta de la música que no dejó este mundo sin antes expandir tanto su estómago como su número de escándalos y sus cuentas bancarias producto de los cien millones de discos que facturó.
Escucha «Outside» de George Michael, abajo.
Extracto del libro ©Radiolaria Vol. 1. Poros abiertos, memorias calientes y secretos detrás de cientos de canciones de Luis Carrillo, publicado por Editorial Gato Blanco. Encuéntralo aquí.