Muerte en slow motion

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Joe Elliott entró en predicamentos, pero al cabo de unos minutos pudo elegir un puñado de canciones “esenciales” de Def Leppard cuando en 2008 Paul Travers le pidió seleccionar la crema y nata del catálogo de la banda de Sheffield. Para romper la quiniela, mencionó “From the Inside”, una pieza de mandolina y trazos acústicos inserta en el álbum de 1993, Retro-Active, que no solía ser parte de las giras de los ingleses.

La confidencia sorprendió. Al entrevistador le fue difícil creer que Joe metiera la cara B de “Have You Ever Needed Someone So Bad” en el mismo costal que grandes lingotes como “Photograph”, “Animal” y “Die Hard the Hunter”. Pero así fue. Elliott se salió del carril en fondo y forma, dado que siempre pregonó su gusto por composiciones sin mensajes rocosos ni evangelios mezclados con guitarras. Así, no acostumbraba basarse en sucesos de la vida real al momento de componer, pero acá la excepción relució. El frontman no podía sacarse de la cabeza una imagen seca, dura y poderosa de tiempo atrás: seis niños con agujas colgando de sus antebrazos, presos de tan altas dosis de heroína que yacían adormecidos a plena luz del día.

“‘From the Inside’ está inspirada en una caminata que hice sobre el Puente O’Connell, en Dublín, donde vi a este grupo de adictos de diez, once, doce años de edad”, contó Elliott en 1995, durante una tanda de preguntas y respuestas con internautas. “Dublín era la capital europea de la droga, el once por ciento de la población adolescente sufría adicción a la heroína, una cantidad absurda. Siempre odié las canciones que parecen sermón, pero anhelaba crear una en la que expresara algo como… ‘Vean esto, ¡es una completa estupidez!’”

A lo largo del historial en directo de Def Leppard, Joe ha honrado la tradición de cantar y cantar sin atrofiar el carrusel de sugar metal  con homilías reflexivas estilo Bono o Waters. Sin embargo, cuando “From the Inside” ha entrado milagrosamente en el set, el inglés sí ha puesto pausa para revelar sus motivaciones. Al final es, en sentido opuesto a la festiva vena leppardiana, una canción doliente acerca de vidas sentenciadas y de la manera en que la droga llega a esclavizar a un chico hasta volverlo hueso, cómo la agonía es la verdadera muerte y cómo las agujas son los lacerantes arpones que ponen en slow motion la aniquilación de los desgraciados. Por eso, todo en los versos está expuesto como si la mismísima droga le hablara a la víctima, al joven al cual está matando: “I am bad, I am evil, I am winter, I am pain. I’ll mess up your life, I’ll beat up your wife, I’ll lose all your friends and I’ll win in the end…”

“Fue la primera vez que compuse algo a partir de observar. Era poesía lista para musicalizarse. Poesía triste porque al final estas visiones te rompen el corazón. Eran adolescentes y la mitad de ellos hoy podría estar muerta”, ahondó Joe.

En el Ulysses de James Joyce, el protagonista Leopold Bloom recorre el puente sobre el río Liffey del que Elliott se nutrió para escribir su canción desoladora, así que quien pasa por el lugar puede hallar una placa que hace honor a la fantástica novela.

No al grado de ese día en que Joe quedó perplejo al ver junkies reducirse a entes adormecidos y agonizantes, pero aún es posible toparse con uno que otro vagabundo en el lugar con los ojos desorbitados, la vida a medias y usando la lámina conmemorativa como almohada.