Tuvieron que pasar dos años para que pudiéramos ver los shows de This Is Not A Drill, de Roger Waters. La gira estaba originalmente planeada para llevarse a cabo entre julio y octubre de 2020, sin embargo, tuvo que ser pospuesta a causa de la pandemia. Las fechas que en un inicio estaban programadas para el 7 y 8 de octubre del 2020 sufrieron diversos retrasos y el concierto —por fin— pudo llevarse a cabo el pasado 14 y 15 de octubre en el Palacio de los Deportes.
Un show que prometía sorprendernos a todos, algo nunca antes visto en la carrera de Waters. Con dos llenos totales, el músico inglés nos regaló una experiencia llena de visuales. El primero de los dos conciertos de la CDMX abrió con una de las canciones más famosas de la era de Pink Floyd: «Comfortably Numb», tan sólo para seguir con la legendaria «Another Brick In The Wall», una apertura que resultaba muy emocionante para los miles de fanáticos que se encontraban en el recinto.
La nostalgia no se hizo esperar cuando Waters le cantó a su ex compañero Syd Barret, «Wish You Were Here», originalmente escrita en su honor y el Palacio completo cantó al unísono «So, so you think you can tell. Heaven from hell?», al tiempo que en las pantallas se proyectaba la historia de Roger de cómo ambos habían iniciado una de las mejores bandas de rock de la historia.
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La primera parte del concierto terminó con uno de los temas más esperados de la noche: «Sheep», que se acompañó de un inflable gigante —típico de Waters— de una oveja que volaba por el recinto. El interludio terminó cuando salió ese puerco tan característico que siempre está presente en sus shows y que hace alusión a Animals, uno de los discos más importantes de la carrera de Floyd, una oda a la novela de George Orwell, Rebelión en la Granja. Que volaba por el escenario 360 al tiempo que sonaba «In The Flesh».
Para muchos, el concierto fue una sobredosis de nostalgia y para otros fue una experiencia emocionante. Aunque puede no haber sido una de las presentaciones de Waters con mayor producción de su carrera en términos de pirotecnia y elementos físicos, sí fue uno de los más innovadores al convertir el recinto en un show 360, con dos pantallas al centro de más de 90 tonelada que formaban una cruz, permitiéndoles ver a todos lo que sucedía y, sobretodo, disfrutar de los espectaculares visuales que acompañaron las dos horas de música.
Por otra parte, durante la presentación, Waters como de costumbre, apoyado de visuales, criticó la militarización en el mundo, el uso de armas, la guerra, las invasiones y alentó la lucha por los derechos humanos, la paz mundial y la fraternidad. Discursos muy al estilo de «si no estás enojado, es porque no estás prestando suficiente atención» y que ya son muy habituales en sus shows.
El concierto cerró con «Outside The Wall», un tema de larga duración que funcionó como un perfecto cierre con broche de oro para un show que se hizo esperar tanto tiempo.