Sólo una galleta

La desgarradora historia de una niña que se enfrentó a las atrocidades de un hombre quedó plasmada en "Polly" de Nirvana.
Polly

Fue la voz de Kurt Cobain desnuda, despoblada, desprovista del trueno y la rabia. Y cantó “Polly”, la melodía de terciopelo que parte exactamente por la mitad al cataclísmico Nevermind de Nirvana y da dos minutos de tregua a ritmo de león echado, adormilado, sin ganas de atacar ni destripar. 

Pero esa serenísima “Polly” en la que Kurt pronuncia a los nueve segundos “Polly wants a cracker…” como si soltara un secreto a solas en una apacible habitación, es perturbadora.

Entre rasgueos cíclicos está relatando, evocando, narrando el instante preciso en que una niña pide una galleta. Y lo hace porque no la puede tomar. Está atada. 
Todo parte de un suceso nauseabundo del cual el mandamás de Nirvana se enteró por una nota de periódico: el rapto y violación de una chiquilla de catorce años en junio de 1987 a manos de un tal Gerald Friend. 

Poco después de la realización de un concierto en Tacoma, Washington, el hombre de cuarenta y nueve años encontró a la adolescente en los alrededores del evento y se ofreció a regresarla a casa, a lo que ésta accedió. En pocos minutos la línea original se movió y llegó el súbito cambio de ruta. Friend la sacó del sitio del copiloto, la amarró a una viga de la camioneta, se abalanzó sobre ella y la torturó repetidamente con cera, un soplete, un látigo y una cuchilla de afeitar. “Polly wants a cracker, maybe she would like some food, she asks me to untie her, a chase would be nice for a few…”

Cuando el agresor paró en una estación de gasolina, la joven vio una oportunidad y escapó por una de las ventanillas del remolque. Friend fue aprehendido un par de días después por una falta de tránsito y enviado a prisión. Sus datos no tardaron en detener el buscador policiaco: en 1960 había violado a una niña de doce años, recibiendo una larguísima condena.

Foto: Michael Lavine / Universal Music Group / Geffen Records

En septiembre de 1988 el Spokane Chronicle publicó una nota relativa a la demanda interpuesta por la familia de esta segunda víctima en contra del estado de Washington por haber concedido libertad condicional a Friend cuando éste cumplía apenas dos décadas y pese a que se había fugado de la penitenciaría estatal.
En la letra escalofriante de “Polly” se hace mención de la soga y el soplete, y Cobain canta sin sus rugidos habituales, como si estuviese en trance, como si hubiese alquilado la mente del secuestrador, alentando a su víctima que se dañe a sí misma y diciéndole que lo deje engrapar sus sucias alas.

Con títulos de trabajo más afilados como “Hitchhiker” y “Cracker”, la versión definitiva de la canción que fue registrada en abril de 1990 en los estudios Smart de Madison, Wisconsin, tiene tres peculiaridades: el adelantamiento involuntario de Kurt al entonar “Polly said…“, la guitarra Stella de treinta dólares adquirida en una casa de empeño y los tibios golpes de platillo de Chad Channing, quien vivía sus últimas sesiones como bataco del grupo.

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Como si no bastara el aroma trágico alrededor de la composición, dos sujetos que abusaron de otra joven confesaron haber emprendido su fechoría con “Polly” sonando de fondo. Impotente, blanco de un aluvión de críticas y todavía mortal, Kurt no halló mejor manera de desahogarse que escribir una nota al final de Incesticide, el disco de rarezas de la tercia de Aberdeen que vio la luz en 1992: “El año pasado una niña fue violada por dos desperdicios de esperma mientras cantaban nuestro tema ‘Polly’. Me cuesta creer que haya esa clase de plancton entre nuestros fanáticos…”

Habrá quien cuestione la ingenuidad del ausente grungero. Si las atrocidades inspiran canciones, ¿por qué no podría darse lo opuesto?

Extracto del libro ©Radiolaria Vol. 1. Poros abiertos, memorias calientes y secretos detrás de cientos de canciones  de Luis Carrillo, publicado por Editorial Gato Blanco. Encuéntralo aquí.